EL PODER DE LA GRATITUD
- Equipo Angelica Lenz
- 4 jun 2024
- 4 Min. de lectura

La disciplina de la gratitud es un esfuerzo intencionado por recibir con alegría y serenidad lo que nos sucede e implica una elección constante, pues podemos elegir ser agradecidos, aunque nuestras emociones y sentimientos primarios estén impregnados de dolor. Como señala Rabindranath Tagore: “Si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas”.
Encuestas (CGCOO, 2019) apuntan a que el sentido que la gente más valora y más teme perder es la vista. Yo tengo discapacidad visual, sin embargo tengo una vida plena y me siento bendecida y agradecida por tanto y por todo; conservo la audición, lo que me permite comunicarme con mis seres queridos y con el mundo. ¿has pensado en las personas que pierden su movilidad?, ¡Yo sí puedo moverme, bañarme, vestirme y comer sola, puedo realizar muchas actividades y llegar a tantos lugares!
Todos hemos escuchado de personas que no tienen brazos y/o piernas, que son tetrapléjicos y solo pueden mover un dedo o parpadear, que tienen no una, sino varias enfermedades, que viven con dolor crónico, personas a las que les quedan pocas semanas de vida… Sabemos que hay personas que no tienen qué comer, dónde vivir. Cierto, perdí la vista, pero hay tantas cosas que sí tengo, que sí puedo hacer y por las cuales doy gracias. Tuve la dicha de ver -aunque siempre con baja visión-, conocí los colores, gocé paisajes hermosos, fui testigo de un atardecer impresionante, vi las caras y las sonrisas de mis seres queridos, vi retozar a un cachorro y volar a una mariposa… ¡Doy infinitas gracias por ello!
El agradecimiento brota de la apreciación y la valoración. Es reconocer lo bello, lo verdadero, lo esencial, lo virtuoso, lo mejor de uno mismo, de los demás y del entorno. La gratitud nos hace sentirnos más conectados con aquello que agradecemos y nos une con algo superior a nosotros, nos genera bienestar tanto interno como externo, creando así un espacio de comodidad en el cual la transformación se da sin miedos ni juicios erróneos; además, ayuda a eliminar el sentimiento de que no tenemos suficiente y de que nosotros mismos no somos suficiente.
Sabemos que desde la queja y la culpa no hay transformación positiva posible. Cambiemos nuestro lenguaje: hablemos de lo que nos da vida, de las fortalezas, de lo que sí funciona. Desde ese espacio emocional positivo y apreciativo tendremos más fuerza para cambiar y lograr un presente y un futuro mejor.
Hagamos un repaso, una lista de lo positivo que nos rodea, de todas las cosas que podemos agradecer en nuestra vida y de lo bello que experimentamos cada día. Eso incluye, ante todo, a las personas que están cerca de nosotros, las que nos ayudan, escuchan y sostienen. Sintamos gratitud por el amor que recibimos y por el que podemos dar a otros, asombrémonos de las atenciones y los actos de amabilidad que otras personas, muchas veces desconocidas, tienen para con nosotros.
Sintamos intensamente un abrazo, una caricia, regocijémonos con la risa de un niño, disfrutemos un nuevo amanecer, el aire fresco en nuestra cara, el calor del sol en nuestra piel, el canto de los pájaros, apreciemos y gocemos el susurro de las hojas movidas por el viento, el sonido de las gotas de lluvia cayendo en el suelo, el olor a tierra mojada, el aroma de las hierbas, de las flores y las frutas, del café recién preparado.
Demos las gracias por nuestra mente, que es el instrumento más poderoso, por las sensaciones que percibimos con las manos, los pies y con todo nuestro ser. Seamos conscientes de nuestro cuerpo: de la energía que fluye en él, sintamos la vida dentro de nosotros, el calor que emana de nuestra piel, el corazón que late, los pulmones que se llenan y vacían. Pensemos en todas las impresionantes funciones que se están llevando a cabo en este preciso instante dentro de nuestro organismo.
Es impresionante y maravilloso, ¿verdad?
Al percibir, apreciar y agradecer esto, nuestro corazón está dando respuesta a todo lo grandioso que hay en el universo. Recordemos esto cada vez que tenemos un mal día, cada vez que surgen las quejas, la tristeza, la apatía, la desesperanza.
Con un espíritu cada vez más receptivo reconocemos momentos gratificantes, experiencias satisfactorias, sentimientos agradables; aprendemos a mirar con admiración y asombro y descubrimos que cada día tiene algo nuevo que nos sorprende.
Es increíble la cantidad de veces que podemos optar por la gratitud en vez de por la queja. Los pequeños actos de gratitud poco a poco nos hacen ver que, si miramos las cosas con perspectiva, al final nos daremos cuenta de que todo resulta ser para bien.
La abundancia se basa en el agradecimiento por las cosas que tenemos. El verdadero poder, la felicidad y el bienestar se encuentran en el hermoso arte de la gratitud.
Y tu, ¿ves pero no miras? Mira a tu alrededor y dentro de ti , no solo con los ojos sino también con el corazón. La gratitud es la memoria del corazón. como dice Antoine de Saint-Exupery en El principito: “Solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos”.
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