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Foto del escritorEquipo Angelica Lenz

Aceptar las adversidades



Creemos que merecemos naturalmente las cosas buenas, que se nos deben ciertos privilegios. Entonces, cuando surge un revés lo tomamos como una afrenta o castigo personal y nos preguntamos: “¿Cómo pudo pasarme esto? ¿Por qué a mí?”, culpamos a otros o a nosotros mismos, le reclamamos a Dios. En cualquier caso, perdemos tiempo valioso, pues la verdad es que la vida tiene su cuota de dolor y todos sufrimos adversidades, nadie se libra. Debemos reconocer que en esta vida todos estamos expuestos constantemente a crisis, adversidades, contratiempos y todo tipo de pérdidas que no podemos controlar, que no elegimos. Destinos difíciles son parte de la vida y el dolor es inevitable en la existencia de todo ser humano.


Así es la vida: frágil y vulnerable, inconstante e impredecible. 


Vivir significa aprender, independientemente si nos gusta, aceptamos o no lo que nos ha tocado experimentar. El destino parece encargarse de que a cada quien le toque vivir precisamente lo que más le cuesta aceptar y necesita aprender. 

No perdamos tiempo lamentándonos ni tratando de entender al destino. 


¿Asumiré el sufrimiento?

¿Identifico algo valioso por lo que, a pesar del dolor, quiera conservar mi vida?

¿Estoy dispuesto a vivir con este desafío?


Si no podemos cambiar nuestra circunstancia, dejemos de luchar en contra de ella; aceptémosla y trabajemos en ella. Al luchar toda nuestra energía se concentra en eso, en lugar de utilizarla para adaptarnos, transformarnos y seguir adelante. 


Para poder ser con nuestras pérdidas y limitaciones necesitamos de la fuerza y las capacidades necesarias para aceptar nuestros condicionamientos. Poder ser comienza con el acto creativo de dejar ser lo que es y también dejarnos ser a nosotros, tal y como somos, incluso con nuestras limitaciones físicas, con nuestro cuerpo tal como es; con nuestras emociones tal y como las sentimos. El dejar ser no es algo que simplemente sucede, es algo que elegimos, nos decidimos por ello. Ese es el mayor poder: el arte de dejar ser. Consiste en no nadar contra la corriente, sino con ella, aprovechando su impulso, únicamente encauzando y, de nuevo, dejando suceder. ¡Eso es el poder!


A mi me consta: Paradójicamente, es menos desgastante dejar ser mi discapacidad visual que luchar contra ella. Es saber que podemos ser uno a pesar del otro, puedo ser a pesar de las limitaciones. A partir de esta aceptación, nuestra realidad se expande y nos brinda la posibilidad de reevaluarla, de modificarla.


Muchas personas creen, erróneamente, que aceptar es rendición, resignación, derrota y fracaso, tampoco implica pensar que la circunstancia sea buena ni que se deba de valorar y apreciar; no es entregarnos al destino, no es fatalismo, sino el comienzo de cambios, de transformación.


Al aceptar nuestro sufrimiento este ya no podrá paralizarnos, al contrario, con la aceptación se abre el espacio vital, pues esta libera, da paz interior y deja surgir la seguridad. Emerge entonces una fuerza que nos permite enfrentar lo nuevo, que fortalece y aumenta la energía.


Aceptar es un acto de valentía, es decirnos a nosotros mismos: “Yo puedo vivir con esto, yo puedo ser con esta circunstancia”, aunque todavía no sepa qué hacer con las nuevas condiciones ni cómo será la vida de aquí en adelante. Es decirnos: “Las cosas son como son”, es admitir el pasado sin querer cambiarlo, logrando vivir el presente y deseando planear el futuro a pesar de la adversidad. 


¡Porque el futuro está lleno de maravillosas posibilidades!


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